Y llegó el día. Nervios, incertidumbre, expectación, ganas, risas e imaginaciones preceden al momento exacto en el que suenan los primeros acordes del primer tema de la noche, por delante media hora para abrir el concierto. Antes hubieron algunos fallos a la hora de montar el equipo fruto de la más absoluta inexperiencia, guardamos estos fallos en el bloc de notas mental y seguimos, hacemos tiempo, va llegando la gente (casi todo familia, amigos y amigos de amigos), se llena la sala.
Ya estamos arriba de la tarima, cada uno al frente de su instrumento, hay nervios pero no tantos como pensaba y hay ganas de pasarlo bien, de saborear este primer directo. Ya suenan los primeros acordes, ya hemos empezado... El primer tema clavao, no nos hemos acelerado como pasaba siempre que venía gente a vernos al local, he controlado la tensión muscular en todo momento, no he dudado, no he pensado... y me vengo arriba, todo lo demás viene rodado. Disfruto todos y cada uno de los temas, tanto que sin quererlo expreso con el cuerpo toda una gama de sensaciones (los amigos luego me lo comentan entre risas), estoy relajado y soy feliz en ese momento, no hay nada más en el mundo que yo, mi cuerpo y la música fundidos en una espiral de placer espiritual.
Gracias a la gente que compartió ese momento con nosotros.
