lunes, 10 de mayo de 2010

Lüger



Imagino un adolescente alemán en 1944, en un piso de un edificio de una ciudad alemana que aún sigue en pie. Hace un par de semanas vino a su casa un primo suizo que trabaja en unos laboratorios y le trajo una sustancia que habían sintetizado hacía poco y que le aseguró le ayudaría a sobrellevar la muerte y/o desaparición del resto de su familia.
El joven está sentado en el sillón que antes ocupaba su padre sosteniendo en sus manos una cajita con un papel impregnado de esa extraña sustancia. Fuera comienza a sonar una marcha militar, el desfile de las últimas tropas que partirán mañana se acerca.
El adolescente se mete el papel en la boca como su primo le dijo...

Momentos después baja a la calle, cuando el desfile está pasando por la puerta de su edificio... una masa sonora y rítmica subrealista avanza como un río imparable por la calle, robots de carne y hueso, colores pardos salpicados de rojo y negro como gotas de sangre y grasa (la sangre de las máquinas, piensa). El ritmo del desfile de máquinas humanas lo va atrapando lentamente... las líneas se van desdibujando, los altavoces escupen una melodía absurda y distorsionada que baña las calles y empapa al articulado gusano pardo salpicado de motas rojas y negras en su imparable avanzar. Siente la irresistible necesidad de entrar... de bajar la acera y meterse en el río torrentoso, zambullirse en el baile de máquinas que pisotean el suelo con sus enormes botas y que muy probablemente lo matarán...
Finalmente se lanza a la corriente y esta lo envuelve, lo atrapa, lo golpea y lo empuja irremediablemente hacia un destino incierto.






http://www.myspace.com/dieluger

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